
A propósito de la Navidad y el Consumismo.
Es cierto que la Navidad ya pasó, pero no había tenido tiempo para reflexionar y referirme a través de un pequeño y simple ensayo de adolescente, en base a un libro de Tomás Moulián que leí hace un par de meses, sobre el consumismo y hacer la relación con la Navidad que acaba de transcurrir.
El acto de consumir cierto bien de producción social, ya sea tangible, como un aparato electrónico, o intangible, como un servicio turístico, son hechos cotidianos y necesarios para el desarrollo del ser humano en sí. Por lo que cualquier crítica ética o moral ante estas situaciones, por parte de ciertas personas con ideas anarquistas anacrónicas, está totalmente fuera de contexto, ya que según Moulián está acción va ligada a la reproducción material y espiritual del individuo
Ahora bien, pueden existir diversos puntos de vista sobre el acto de consumir, y su relación con el placer que puede o no, producir en el individuo.
Así encontramos a personas con actitudes ascéticas, que consideran el consumo como algo solo necesario para vivir. Y sentir placer o satisfacción frente a este acto, sería tener una actitud mundana.
Ellos prefieren una postergación material, a una espiritual.
Otros individuos son los estoicos, que no se dejan llevar por la sociedad consumista que se implanta a la par con el Neoliberalismo.
Y en tercer lugar, tenemos a otro sujeto que es el hedonista, que es donde quiero concentrar la atención, ya que es el más característico en las sociedades Neoliberales y sale a relucir en estos días de fin de año, a propósito de las compras navideñas, donde se produce el clímax del consumismo.
Esta persona no conoce los limites al momento de adquirir objetos, ya que ve en la consumación del deseo de consumir, el máximo placer y satisfacción, que por cierto son momentáneos, ya que cada vez aspira a consumir más y más, y en la gran mayoría de los casos, gasta más de lo que su salario le permite, es ahí donde cabe el concepto de Consumismo, cuando se sobrepasa la barrera de lo que se puede gastar acorde al sueldo.
Toda esta desvirtuación del acto mismo de consumir, al convertirlo en una especie de patología con graves consecuencias económicas, sociales, morales, éticas y valóricas para la persona, es gracias a la implantación del Neoliberalismo y el surgimiento de la sociedad de consumo, en el que se cambia el concepto de ciudadano, por el de consumidor. Esto básicamente para adaptarse a las nuevas características productivas que adquiere el capitalismo con el devenir de la historia, en el que crece su capacidad productiva, y surge la necesidad de crear una cultura del consumo, expresada en los malls, la publicidad en la televisión, y otras características de estas sociedades “modernas”.
Para identificar los rasgos de este tipo de sociedad, basta ver la televisión y sus spots publicitarios, llenos de gente hermosa, en el que se muestra un entorno idílico y perfecto, y hacen creer a la persona, que consumiendo aquel producto, puede verse o sentirse como aquella que muestra el comercial, y esto va más allá de una cuestión racional, debido a que al ver un spot de ese tipo, uno inmediatamente se siente atraído, ya que el mensaje subliminal es muy fuerte y ahí es cuando comienza una enajenación psicológica hacia el posible consumidor del producto.
En definitiva, el hecho puntual de la navidad como una celebración que produce este deseo de consumir sin límite, tiene dos lecturas distintas, por un lado es cierto, la navidad deja a manifiesto las cualidades más inhumanas de la sociedad de consumo, las que son criticadas transversalmente de forma hipócrita a través de los medios de comunicación, y por el otro, no es más que la continuación de una forma de vida, que se muestra tal y como es en navidad, pero no quiere decir que solo en esta época del año, la gente tome una actitud consumista, porque en la gran mayoría, esta se reproduce constantemente.